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Ante las voces que se levantan en contra de los migrantes en Chile, resulta necesario reflexionar sobre algunos aspectos vinculados con la población migrante y los derechos humanos que son patrimonio común de todas y todos.
Muchas y diversas cifras se conocen respecto de la población migrante en Chile. Queremos destacar los siguientes datos en el área de la educación y de los ingresos de los migrantes. Datos públicos pero que poco se destacan. Según el censo de 2017, mientras las personas nacidas en Chile tienen en promedio 11 años de escolaridad, los que nacieron en el extranjero llegan a 12,6 años de estudio en promedio. Con respecto a los ingresos de los migrantes, ellos ganan 584 mil pesos, en promedio un 28% más que el ingreso medio chileno. (CASEN 2017). Otro dato interesante nos indica que en el año 2016, el 22% de los migrantes que declaró impuestos a la renta, aportando al fisco chileno la suma de $495 millones de dólares. (Información obtenida por El Mercurio mediante la Ley de Transparencia).
Sin duda que en la población migrante existe pobreza y marginalidad, con todos los efectos negativos que ello significa para una sociedad, pero no podemos centrar nuestra mirada sólo en ello ya que de lo contrario se incurre fácil y rápidamente en la estigmatización de un grupo de personas como un lastre que debe ser expulsado. Eso no solo es injusto y peligroso para dicho grupo sino también para quienes piensan de esa manera ya que no ven o no quiere ver que muchos de los problemas que atribuyen a los migrantes, existen con anterioridad a su llegada y responden a problemas propios de nuestra sociedad: corrupción, delincuencia, baja escolaridad, evasión de impuestos, bajo rendimiento laboral, entre otros aspectos negativos que podemos mencionar de nuestra sociedad de acogida. Sin duda que Chile presenta también rasgos positivos que hacen atractivo vivir en nuestro país, como son la estabilidad política y económica. Lo que explica en gran medida el flujo de migrantes hacia nuestro país, sin perjuicio de las crisis políticas y económicas de sus países de origen.
Además, debemos tener presente que, tanto por las obligaciones internacionales que ha asumido Chile al suscribir diversos tratados de derechos humanos, en particular en materia de migraciones, pero, sobre todo, por lo que dice nuestra propia Constitución Política, Chile asegura los derechos humanos a todas las personas, sin distinción de ningún tipo, menos por razones de nacionalidad. Sin duda que migrar es un derecho humano que debemos reconocer y garantizar. Ya lo dice la Declaración Universal de Derechos Humanos al señalar que toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país.
Miles de niñas, niños, adolescentes y jóvenes migrantes estudian en los colegios e instituciones de educación superior de nuestro país, miles trabajan en nuestro país para su bienestar y el de Chile. Todas y todos los migrantes, al igual que los chilenos tienen alegrías, penas, problemas y desafíos que enfrentar. La inmensa mayoría vino a Chile en busca de un destino mejor. Lo hicieron y lo seguirán haciendo así como lo hicieron tantos migrantes durante los doscientos años de vida independiente de nuestro país. Basta con recordar los nombres de muchas de las principales figuras políticas de la historia de Chile para apreciar la influencia de los migrantes, lo que podemos destacar también hoy en día si revisamos los nombres de quienes dirigen y contribuyen al desarrollo de nuestro país, tanto en la política, como en la economía, la cultura y el deporte. Actualmente la inmensa mayoría de chilenos desciende de migrantes. En el pasado, ellos contribuyeron a lo que Chile es hoy. ¡Al igual como lo hicieron nuestros antepasados, dejemos que los migrantes de hoy nos ayuden a construir el Chile del mañana!