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Establecer patrones de la biocapacidad de Chile frente a la producción existente o analizar la necesidad de contar con una medición de activos ambientales que propicien un cambio tecnológico acorde al establecimiento de una economía verde y sustentable como eje de crecimiento y desarrollo en nuestro país, son parte de los aspectos abordados por Lorena Muñoz del Campo, coordinadora académica del Diplomado en Economía Verde y Economía Circular de la Universidad Viña del Mar.
La académica expone en su artículo que “desde el Take off de la revolución industrial hemos venido desarrollando un modelo económico lineal en el que los recursos naturales ingresan a nuestra economía generando valor económico y valor añadido a nuestra sociedad. Este sistema genera un flujo de externalidades hacia el medio ambiente que se ha traducido a lo largo de los siglos en un creciente deterioro del agua, el suelo y el aire. Desde fines del siglo XX esta búsqueda de un crecimiento económico constante y desarrollo nos mantiene bajo la amenaza certera de una crisis climática y de un deterioro de la biodiversidad de la cual ningún rincón del planeta parece estar a salvo” y agrega que “a todas luces entonces, ya no cabe la menor duda de que la globalización de las actividades planetarias, ha generado una presión sobre los ecosistemas entre cuyos efectos se encuentra la desestabilización de estos y su amenaza a nuestro bienestar como especie. Es así que, desde las últimas décadas del siglo XX, se ha buscado iniciar un tránsito hacia lo que llamamos desarrollo sustentable. Este desarrollo sustentable que parece traer la solución de todos los problemas que en la actualidad aquejan a la humanidad y que no sabemos bien cómo alcanzar. Resultaría entonces razonable analizar desde ya las consecuencias que tendría para nuestro país este transito a esta era sustentable medido en productividad”.
En este contexto, la coordinadora académica del Diplomado en Economía Verde y Economía Circular UVM explica que “Chile cuenta con una institucionalidad ambiental desde 1995 marcada por la promulgación de la Ley de Bases del Medioambiente que incluye una de las bases del llamado Teorema de la Sustentabilidad- base de la Economía Verde, esto es la figura del contaminador pagador. Sin embargo, y pese a los incipientes esfuerzos de transparencia financiero-ambiental efectuados a través de la implantación de las Normas Internacionales de Información Financiera y los impuestos al carbono vigentes en Chile, no se ha logrado aún efectuar el vínculo entre economía y medio ambiente”.
Asimismo, Lorena Muñoz sostiene que los vínculos entre recursos naturales y economía, “son visualizados por el común de nosotros al hacerlos parte de la minería, o lo importantes que estos son a la hora de nuestras exportaciones agroalimentarias, por ejemplo contar con suelos fértiles o agua” y agrega que “intuitivamente nuestro sentido común nos lleva a pensar que de alguna manera realizamos un bien al medio ambiente tratando de “producir más con menos”. Sin embargo esta intuición desvincula la externalidad de asociada a la productividad. Esto es clásico de una economía lineal en tránsito hacia la eco eficiencia previo a economía circular. Complementar esta aseveración implicaría un producir más con menos recursos naturales, utilizando recursos secundarios que provengan desde la economía circular y generando menos contaminación ambiental o pasivos ambientales”.
“Es así que, la dificultad actual para un país como Chile con conciencia y certidumbre de poseer abundantes recursos naturales, es la de establecer una medición del stock natural de recursos naturales como el que viene liderando CEPAL. Efectivamente la función Cobb-Douglas integra los factores trabajo, capital y recursos naturales”, sostiene la académica pero precisa que “sin embargo, finalmente priman el capital y el trabajo. Es así que poco conocemos de los esfuerzos que Chile y otros países están haciendo a fin de mantener estos inventarios de recursos naturales actualizados. En la actualidad, se contabiliza la pérdida de activos ambientales naturales, por ejemplo pérdida de Ley del Cobre, y la generación pasivos ambientales asociados (zonas de sacrificio). De hecho, los activos ambientales se han empezado a considerar producto de la escasez que implicaría los patrones actuales de la actividad económica. Sin embargo esto no es suficiente. Hemos visto cómo nuestro país sufre de escasez de agua por ejemplo”.
La especialista explica, además, que la medición de activos ambientales se ha concentrado en tres aspectos. “En primer término, flujos entre en el ambiente y la economía en términos de flujos físicos de energía y materiales. Por otro lado, establecer los stock y variaciones en activos ambientales. Finalmente, las actividades y transacciones entre el ambiente y la economía. Estas últimas se centran en flujos unidireccionales de capital natural hacia la economía y de pasivos ambientales desde la economía al ambiente” e identifica que “este estado de situación, tendería a cambiar en el tránsito a una economía sustentable a través de la implantación de una economía circular, como es el caso de lo que intenta Chile, por ejemplo”.
En cuanto a cifras, Lorena Muñoz expone que “en Chile, país OCDE, la huella ecológica de la economía es superior al promedio global por lo que sería relevante utilizar indicadores de este tipo al minuto de realmente corregir la productividad por el stock de recursos naturales (no sólo la ley del mineral de cobre). A saber, la huella ecológica per cápita de Chile, se aproxima al promedio Europeo (GNF – 2019): promedio NorteAmerica: 4,7 (Mexico: 2,3; Canada: 3,2; y EEUU: 5,0); promedio Europa: 2,8; promedio Asia: 1,3; y promedio Latinoamérica 1,6. Chile 2,6. No resultaría lógica entonces esta falta de inclusión de los recursos naturales (medidos como stock de activos ambientales) en los factores utilizados al momento de calcular la productividad del país. Esto último podría traer imprecisiones a la medida”.
Junto a lo anterior, la coordinadora UVM comenta que “tal como podemos ver, la bio-capacidad de Chile es muy cercana al promedio de Europa y Canadá. Sin embargo, nuestra productividad es muy inferior” y a modo de ejemplo precisa que “Chile cuenta con una productividad laboral igual de 51.200 US$/empleado lejos de los 90.800 US$/empleado promedio OCDE ( 2016)” y respecto a la huella de carbono comenta que esta “es la más alta de Latinoamérica con 6,2 tCO2e per cápita v/s por ejemplo los 4,35 tCO2e/per cápita. Cabe indicar que nuestra productividad medida bajó la forma de tCO2e/PIB se ha reducido en 7% desde el año 2007, sin embargo nuestras metas comprometidas a través del Acuerdo de París son de 30% menos para el 2030. Ello requerirá una inversión en tecnologías de bajo carbono y una adaptación a una forma de producir incluyendo la variable ambiental monetizada” y en dicho entendido agrega que “surge entonces la lógica de Norhaus en términos del vínculo entre la productividad y el clima a través de un indicador, el SCC (Costo Social del Carbono, que corresponde al costo marginal de introducir una tonelada a la atmósfera) . Este indicador, corresponde al costo social que tiene cada tonelada de dióxido de carbono que emitimos a la atmósfera en términos de impacto en la economía y la sociedad. Este costo en la actualidad en los Estados Unidos es de 31,2 US$, en Chile se ha establecido desde 2017 por el Ministerio de Desarrollo Social en US$ 40. Esta cantidad, no es constante y en la medida de que nos aproximemos al 2050 aumentaría hasta 105 US$/tCO2e. Así mismo, se observarían incrementos en las tasas en aproximadamente 3%”.
Con lo anterior, la especialista comenta que “si realmente transparentamos los aspectos ambientales monetizados en nuestro modelo productivo veremos un cambio en la productividad de los sectores de la economía. Esto de ser tomado proactiva y eficientemente, podría incidir en el incremento de nuestra productividad, pues se propiciaría un cambio tecnológico necesario en los sistemas de transporte y la matriz eléctrica, entre otros. Sin embargo, en la actualidad nuestra falta de utilización de los indicadores apropiados harían esta tarea muy difícil. Pues seguimos visualizando el medio-ambiente como una variable que entorpece el crecimiento económico”.
Finalmente y de cara a los desafíos que plantea el futuro, Lorena Muñoz comentó que “es frente a la actual crisis planetaria post Covid que se hace necesario establecer medidas y tecnologías que permitan ir en la dirección del desarrollo de nuevas tendencias productivas. Es entonces cuando aparecen los conceptos como economía verde y economía circular, en donde el modelo lineal desaparece propiciando ciclos de vida productivos carbono neutral, eco-eficientes y produciendo externalidades positivas al medioambiente” y agregó los retos de la formación académica respecto de “contar entonces con profesionales que comprendan este nuevo lenguaje, aprovechen las oportunidades del mercado financiero sostenible y nos apoyen en el direccionamiento hacia una economía y finanzas sustentables se hace primordial. En la actualidad nuestros pregrados no cuentan con cursos de sustentabilidad y menos economía circular o finanzas sustentables. Nuestro deber desde la academia es apoyar al desarrollo sustentable de nuestro país formando profesionales preparados para ejercer en un entorno global y bajo en carbono”.
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